El dictador
nazi antes de comandar las fuerzas del Tercer Reich en la II Guerra Mundial fue
un simple cabo durante la Gran Guerra sirviendo como mensajero y participando
en varias batallas. Sus compañeros de trinchera le retrataban como un hombre
atrapado por las novelas del lejano oeste, comiendo compulsivamente dulces y
alejado de conversaciones sobre mujeres.
Hitler (primera fila, primero desde la izquierda) junto a sus compañeros de trinchera. Francia 1915 |
Un año antes
de comenzar la guerra, en 1913, Adolf Hitler se mudó a Munich (Alemania) tratando de evitar el
servicio militar de su patria natal, Austria.
Comenzada la
contienda el 28 de julio de 1914, a la semana siguiente se presentaría como
voluntario y sería enviado a un regimiento bávaro. Tras un breve entrenamiento
Hitler sirvió como mensajero, uno de los cargos más peligrosos de la contienda
ya que tenía como objetivo atravesar trincheras en medio del fuego de las
ametralladoras para hacer llegar mensajes entre las diferentes compañías. Tras
participar en la primera batalla de Ypres fue herido en la pierna y por ello,
ascendido a cabo. Según los informes, Hitler era un soldado ejemplar tanto por
su disciplina como por sus valores patrióticos, pero sus compañeros de penurias
de la guerra no opinaban lo mismo. A Hitler solo le interesaba enseñar trucos a
su perro Foxl, leer novelas del lejano oeste en un rincón de la trinchera y
comer dulces. Cuando algunos de sus compañeros hacían excursiones a localidades
cercanas en busca de un prostíbulo Hitler les reprendía: “Me moriría de
vergüenza si buscase relaciones con una francesa… ¿es que no os queda ningún
sentido alemán del honor?”
El 13 de
octubre de 1918, a punto de acabar la guerra, Hitler se vio rodeado por gas
venenoso británico y fue trasladado a un hospital de campaña donde permaneció
una temporada con ceguera. Ya recuperado, el 10 de noviembre le comunicaron la
peor noticia para él, habían perdido la guerra, la monarquía había caído, ahora
gobernaba la República de Weimar y al día siguiente se iba a firmar el
armisticio; según sus palabras: “Todo se hizo negro ante mis ojos.”
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