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miércoles, 7 de octubre de 2015

Españoles en la Guerra de Vietnam

En los años 60, en la guerra que enfrentó a EEUU y Vietnam del Surcon Vietnam del Norte, hubo militares españoles  limitados a labores sanitarias quizá la única salida de militares españoles a zonas de guerra en territorio extranjero (excluidos por tanto los territorios de soberanía española de Ifni y el Sáhara) entre la División Azul y la primera guerra contra Irak (1990-1991).

Doce fueron los militares del primer contingente que se desplegó en septiembre de 1966 con una misión «confidencial»: prestar ayuda a los civiles -a la postre también militares, survietnamitas y guerrilleros comunistas del Vietcong, sin hacer distinción, y también estadounidenses- en un viejo hospital de Gò-Công, pequeña ciudad del delta del Mekong, de unos 30.000 habitantes y situada a 45 kilómetros de Saigón, la actual capital Ho Chi Minh.
Los médicos españoles destinados a Vietnam.

martes, 26 de mayo de 2015

Desempolvando el espíritu del 45

Año 1945, a simple vista una fecha muy lejana a nuestros días. Quizá cueste echar la vista atrás y rememorar el caos que dejó patente la Segunda Guerra Mundial en Gran Bretaña. Casas totalmente destruidas, hospitales y centros sociales derruidos. Niños, madres, jóvenes y no tan jóvenes totalmente abatidos por los duros años de Guerra. Entre todo este desorden se escuchaban tímidas voces gritando “la guerra ha terminado”. Pero la incertidumbre se apoderaba de aquellos ciudadanos que habían conseguido sobrevivir a la contienda. “¿Qué pasará ahora?” “¿Podremos combatir contra la pobreza y el desempleo?”
Esta situación complicada con millones de parados, gente sin recursos, sin educación ni sanidad, no desanimó a los británicos para luchar por sus derechos como ciudadanos y por cambiar la dinámica que se había vivido durante los años 30 donde
Clement Attlee / Fuente: history.blog.gov.uk
Clement Attlee / Fuente: history.blog.gov.uk
“todo era por y para los ricos.” La gente salió a la calle, concentraciones y mítines reivindicando sus derechos y mejoras en sus vidas para que “no ganaran los de siempre”. Una ciudadanía unida por las urnas consiguió, el 26 de julio de 1945, que Clement Attlee, líder del Partido Laborista británico, llegara al poder y pusiera en marcha políticas económicas que permitirían a los británicos recuperarse de los aciagos años pasados.
Con Attlee al frente se creo el sistema Nacional de Salud británico, un sistema de salud público sufragado en partes por las empresas, los trabajadores y el Estado y en el que, además, todos los habitantes tenían cabida. También se construyeron miles de viviendas públicas que se ofrecían en alquiler a los ciudadanos a un precio regulado por el Gobierno. Otra de las tácticas de Attlee fue la nacionalización de las minas y los ferrocarriles. Todas estas políticas empezaban a conformar lo que hoy en día conocemos como “Estado del bienestar”.
Como bien recoge Ken Loach en su documental El espíritu del 45 las familias británicas comenzaron a prosperar después de la Segunda Guerra Mundial. El paro bajó, las familias podían optar a tener un hogar digno gracias a las viviendas sociales, el precio de los servicios básicos disminuyó gracias a la nacionalización de los mismos. Fueron unos años de bonanza en los que los británicos de la clase obrera pudieron vivir con una calidad de vida que no habían tenido hasta la fecha.
Pero como en otras ocasiones de la vida, la historia se repite y con la llegada al poder de Margaret Thatcher en el año 1979, el estado del bienestar inglés se vuelve a tambalear. Se privatizan muchos servicios públicos, las viviendas sociales salen a la venta, el paro sube y la desigualdad económica entre clases sociales se vuelve a acentuar como en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Margaret Thatcher o “la dama de hierro”, como fue apodada por la prensa soviética debido a su inflexibilidad y a su particular manera de gobernar, estaba desmontando el estado del bienestar que tanto esfuerzo y sacrificio costó a los británicos. Después de once años de mandato el número de empresas públicas cayó de manera estrepitosa, los sindicatos perdieron poder, y el paro tocaba máximos históricos.
Para muchos de nosotros los años 1945 o 1979 quedan un poco lejos, pero si nos fijamos en la situación actual de España, no dista mucho de aquel Reino Unido de principios de los años 40. Por supuesto, en España no se ha tenido que lidiar con la devastación que dejó la Segunda Guerra Mundial, pero sí se está luchando contra los desastres del ladrillo y contra los ladrones encubiertos que se hacen llamar “políticos”. Al igual que en aquella Gran Bretaña de blanco y negro, en España también hay millones de parados, miles de personas sin hogar y la brecha entre clases sociales es grandísima.
Si seguimos indagando en las similitudes entre un país y otro podemos observar que en España también hay ganas de cambio, gente que sale a la calle para defender lo que durante tanto tiempo nos han estado arrebatando, que son en definitiva, nuestros derechos. Han surgido partidos políticos que apuestan por el cambio y que, como el partido laborista inglés de los años 40, creen que hay que hacer política por y para la clase obrera que es la que realmente mantiene un país.
Es hora de que España también tenga su cambio, de que los habitantes de este país que tanto han sufrido a lo largo de los últimos años, comiencen a prosperar y vuelvan a tener la ilusión de antaño. Nada es nuevo, tenemos la hoja de ruta bien marcada por la historia, tan solo es necesario desempolvar el espíritu del 45.

lunes, 19 de enero de 2015

185º División aerotransportada "Folglore"

CONTEXTO

La división Folgore fue una de las dos divisiones aerotransportadas del Regio Esercito italiano en la 2º Guerra Mundial.

Creada el 1 de Septiembre de 1941 en Tarquinia, Italia, llamada la 1º División Paracaidista y pretendian actuar en la Operación Hércules, que pretendia tomar la isla de Malta.
Después de la cancelación de la Operación Hércules, fueron destinados al frente norteafricano. Dejaron en Italia un batallón como base para la fundación de la 184º División Aerotransportada Nembo. En 1942 1º División Paracaidista se pasó a llamar 185º División Aerotransportada Folgore. 


Paracaidista italiano de la 185º de la RSI.

Participó en las Batallas por El Alamein, ofreciendo una fuerte resistencia a las tropas de la Commonwealth, aguantando incluso ataques blindados con tanques y infantería pesada. Durante la Segunda Batalla de El Alamein, la división fue completamente destruida, por el  ataque de 3 divisiones británicas ( 44º Home Counties, 50º Northumbrian y la 7º división blindada) y la 1º Brigada de la Francia Libre.


EQUIPAMIENTO

Estaban muy bien equipados con armas modernas como el subfusil Beretta Modelo 38, la ametralladora pesada Breda M37 y la ametralladora media Breda M38 y muchas armas de apoyo, dando a los paracaidistas de la división una buena potencia de fuego contra infantería y tanques ligeros, pero carecían de transportes o de artillería media o pesada para apoyarles.

Subfusil Beretta Modelo 38 italiano.

Portaban además un uniforme de camuflaje, un casco o una boina y un chaleco portacargadores para la Beretta Modelo 38, llamado samurai.

H.M.G

viernes, 16 de enero de 2015

Los hermanos Wright

Los hermanos Wright, Willbur y Orville, fueron desde jóvenes unos humildes constructores de bicicletas, nacidos  en los estados de Indiana y Ohio, respectivamente en los años 1867 y 1871, a pesar de su dedicación a las bicicletas su mayor ambición y a su vez su mayor logro fue la creación de un pequeño aeroplano de un peso muy ligero, el “Flyer”,  y capacitarlo para el vuelo con la ayuda de una catapulta externa, su primer pero corto trayecto se dio en el 17 de diciembre de 1903.

lunes, 12 de enero de 2015

El beso más famoso del mundo

El fotógrafo Regis Bossu fue el encargado de inmortalizar, en el año 1979, el "beso fraternal" entre dos líderes comunistas de la Guerra Fría, Leonidas Brezhnev (URSS) y Erich Honecker (RDA). Poco sabían tanto el retratista como los retratados que la imagen daría la vuelta al mundo en cuestión de días y se convertiría, hasta hoy, en uno de los puntos más visitados en la ciudad de Berlín. 
El famoso "beso fraternal socialista" entre Brezhnev (izquierda) y Honecker (derecha)

jueves, 8 de enero de 2015

Las Siete Ciudades de Cíbola y Quivira

Este mito se originó en el siglo XII, cuando los Moros atacaron y conquistaron la ciudad de Mérida, en España.
Se narra que siete obispos abandonaron la ciudad con maravillosas reliquias e inmensos tesoros y que se escondieron más allá del mundo conocido.
Comenzó a correr el rumor de que cada uno de ellos construyó una fantástica ciudad en una tierra lejana, más allá del Mar Océano, como era llamado el Océano Atlántico.
Estas ciudades eran distinguidas con los nombres de Aira, Anhuib, Ansalli, Ansesseli, Ansodi, Ansolli y Con.

Mapa de la época que las reflejaban.

Por mucho tiempo se pensó que las siete ciudades estaban situadas en Antilia, la legendaria isla situada en el Mar Océano.
El origen del nombre Antilia puede derivar de la Atlántida descrita por Platón en el Timeo y Crizia o quizá del latín anterior en cuanto es considerada anterior al Cipango descrito por Marco Polo.
Plutarco, en sus Vidas Paralelas, escribió que el cónsul español Quinto Sertorio tuvo contacto con algunos navegantes que afirmaron haber avistado unas islas a aproximadamente cuarenta días de navegación desde Marruecos.
El erudito Paolo dal Pozzo Toscanelli las dibujó a unas 700 leguas (3500 kilómetros) de las costas españolas, dándoles una exacta ubicación en el Mar Océano.
En los tiempos de Cristóbal Colón tenían la convicción de que las sietes ciudades estaban situadas en Antilia.
Sucesivamente comenzó a pensarse que estaban situadas en Norte América.
La primera expedición que llegó a los actuales Estados Unidos meridionales tuvo lugar en el 1528, al mando de Panfilo de Narváez.
La empresa se enfrentó con enormes dificultades ambientales y además hubo continuos enfrentamientos con los nativos guiados por el Cacique Hirrihigua. Casi todos los que viajaron murieron, excepto Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza y un esclavo bereber llamado Estebanico.
Los cuatro se alejaron lo más que pudieron de esos lugares tan hostiles avanzando hacia el oeste en los actuales estados de Alabama, Louisiana y Texas.
Su increíble viaje duró unos ocho años, durante los cuales conocieron varias tribus indígenas, logrando sobrevivir. Llegaron finalmente a Culiacán, en Sinaloa, territorio que hacía parte de la Nueva España, contando haber visto enormes riquezas.
Alvar Nuñez Cabeza de Vaca escribió un libro en donde narró la aventura, titulado “Naufragios”.
En este libro se describieron ciudades de oro y riquezas sin límites, y rápidamente comenzó a pensarse que el territorio atravesado por cuatro aventureros fuera el reino de las siete ciudades, que se llamaron "de Cíbola", porque anticamente el bisonte, numeroso en las praderas norte-americanas, se denominaba "cibolo".
El Virrey de la Nueva España Antonio Mendoza organizó una primera expedición en busca de las siete ciudades de Cíbola dirigida por el fraile Marcos de Niza, que fue guiado por Estebanico.
Esta primera empresa no tuvo éxito porque Estebanico fue asesinado en una aldea indígena, mientras que Marcos de Niza afirmó haber visto de lejos las siete ciudades de oro, pero afirmó no haber podido acercarse porque temía por su propia vida.

Españoles buscando las 7 ciudades.

La segunda expedición fue dirigida por el castellano Francisco Vásquez de Coronado que partió de Compostela Nayarit en el 1540.
Era jefe de 300 españoles además de unos 300 empleados indígenas.
En julio del mismo año, uno de sus lugartenientes, Tristán de Luna y Arellano, tomó poder de algunas aldeas llamadas Zuni, en el actual Nuevo México.
Estos pueblos fueron reconocidos como las siete ciudades de Cíbola pero no fueron encontradas particulares riquezas o yacimientos. 
Coronado se dirigió hacia el norte con la meta de encontrar la ciudad de Quivira pero también esta aldea, cuyo nombre fue cambiado luego por el de Wichita, se encontró privada de riquezas.
La cuarta empresa que exploró los actuales Estados Unidos meridionales fue aquella conducida por Hernando de Soto, el gobernador de Cuba.
De Soto partió en el 1539 al frente de nueve naves, con seiscientos hombres bien armados y equipados. Rápidamente los españoles se enfrentaron con enormes dificultades ambientales, y muchos de ellos murieron de malaria cerebral.
Cuando llegó a Alabama, De Soto asedió la aldea fortificada de Mabila, habitada por autóctonos Choctaw.
El asedio causó más de mil muertos, pero al interior de la fortaleza no estaban las riquezas esperadas.
De Soto murió en los meses siguientes tal vez a causa de una herida infectada.
Sus peregrinaciones en búsqueda de enormes riquezas se tomaron como un desastre en el aspecto económico pero sus cronistas fueron los primeros en relatar detalladas descripciones de pueblos tribuales y de sus usos y costumbres.
Lamentablemente esta búsqueda interminable de las siete ciudades de Cíbola y de un reino riquísimo, en donde los placeres materiales fueran satisfechos, causó el más grande genocidio involuntario de todos los tiempos.
Los europeos, en efecto, transportaron varias bacterias y terribles virus, como por ejemplo el de la viruela. Este virus vivía principalmente en el interior del cuerpo de los animales transportados por los europeos (caballos, bovinos y cerdos).
Cuando el virus tuvo contacto con los pueblos autóctonos fue una matanza: se estima, en efecto, que de las aproximadamente 25 millones de personas que habitaban en Norte América antes de la conquista europea (incluido México), unos 18 millones fueron diezmados por las enfermedades en los 50 años sucesivos.
El norte del reino de la Nueva España, (correspondiente a los actuales Estados Unidos meridionales), volvió a ser poco interesante para los españoles y fue casi abandonado por aproximadamente un siglo.
Cuando, en el 1672, los franceses se adentraron en el valle del Mississippi, al mando del explorador De la Salle, las grandes llanuras norteamericanas no estaban ya pobladas por numerosas tribus indígenas, sino que eran inmensas praderas casi deshabitadas.

De la Salle en América.