Cuando se inició el conflicto europeo el 28 de julio de
1914, España era un país económicamente atrasado, con solo el País Vasco y
Cataluña con una industria importante, un país que tras el Desastre del 98 y el
posterior tratado con Alemania en 1899 se había quedado sin colonias, estaba
moralmente destrozado, con el sistema de gobiernos del «turno» cuestionado, con
un ejército que se encontraba anticuado, casi sin armada naval, y con el
problema de Marruecos que desembocaron en crisis y huelgas como la Semana
Trágica en 1909.
Además, España no pertenecía ni a la Entente Cordiale ni a
la Triple Alianza. En 1906, tras la Conferencia de Algeciras, a España se le
asignó un territorio del norte de Marruecos, que se convirtió en una fuente de
problemas militares continuos y que tras el inicio de la ocupación española en
1909, no se consiguió pacificar hasta pasados quince años.
El atraso militar español fue una de las principales razones
de la neutralidad española en la Gran Guerra, con una armada seriamente
diezmada tras el conflicto cubano, un ejército pobremente armado con una
versión española del rifle Máuser de 1893, sin apenas ametralladoras y con poca
artillería, y una sección aeronáutica que se había fundado en 1913, por lo que
al inicio del conflicto constaba de pocas unidades. Además, la decadente
economía española provocó que el gasto destinado al ejército sirviera para poco
más que para pagar a los oficiales, cuyo número estaba muy por encima de la
media de otros ejércitos.
Heraclio Alfaro, junto a la primera avioneta construida en España, por él, en el desaparecido aeropuerto de Lakua, cerca de Vitoria en 1914. |
La neutralidad tuvo importantes consecuencias económicas y
sociales ya que se produjo un enorme impulso del proceso de
"modernización" que se había iniciado tímidamente en 1900, debido al
aumento considerable de la producción industrial española a la que de repente
se le abrían nuevos mercados (los de los países beligerantes). Sin embargo, la
inflación se disparó mientras que los salarios crecían a un ritmo menor y se
produjeron carestías de los productos de primera necesidad, como el pan, lo que
provocó motines de subsistencias en las ciudades y crecientes conflictos
laborales protagonizados por los dos grandes sindicatos, CNT y UGT, que
reclamaban aumentos salariales que frenaran la disminución de los salarios
reales debido a la inflación.
Así pues, superado el impacto negativo inicial, la Primera
Guerra Mundial produjo un auténtico despegue económico en España, gracias a la
declaración de neutralidad. Los países beligerantes necesitaban alimentos,
armas, uniformes, metal y carbón. Además, desapareció la competencia
extranjera. El crecimiento fue notable, sobre todo en la industria textil
catalanas, la minería del carbón asturiana, la siderurgia vasca y la
agricultura de cereales. Crecieron también la industria química y la
construcción naval. La industria de armas ligeras también experimentó un gran
crecimiento, aunque no la de armas pesadas. Se fabricaron enormes cantidades de
pistolas y fusiles que principalmente fueron producidos para los aliados, hasta
el punto de que el modelo de pistola español Campo Giro llegó a ser
reglamentaria en el ejército francés; también se vendieron grandes cantidades
de fusiles Máuser a los aliados. Debido al incremento de la carga transportada,
el sistema ferroviario español se vio rápidamente desbordado, pero el conflicto
permitió observar las deficiencias estructurales provocadas por la dejadez de
las compañías privadas, iniciando así el proceso de la nacionalización del
ferrocarril.
Buque mercante español en Tenerife. |
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