lunes, 10 de noviembre de 2014

España en la guerra

Cuando se inició el conflicto europeo el 28 de julio de 1914, España era un país económicamente atrasado, con solo el País Vasco y Cataluña con una industria importante, un país que tras el Desastre del 98 y el posterior tratado con Alemania en 1899 se había quedado sin colonias, estaba moralmente destrozado, con el sistema de gobiernos del «turno» cuestionado, con un ejército que se encontraba anticuado, casi sin armada naval, y con el problema de Marruecos que desembocaron en crisis y huelgas como la Semana Trágica en 1909.

Alfonso XIII


Además, España no pertenecía ni a la Entente Cordiale ni a la Triple Alianza. En 1906, tras la Conferencia de Algeciras, a España se le asignó un territorio del norte de Marruecos, que se convirtió en una fuente de problemas militares continuos y que tras el inicio de la ocupación española en 1909, no se consiguió pacificar hasta pasados quince años.

El atraso militar español fue una de las principales razones de la neutralidad española en la Gran Guerra, con una armada seriamente diezmada tras el conflicto cubano, un ejército pobremente armado con una versión española del rifle Máuser de 1893, sin apenas ametralladoras y con poca artillería, y una sección aeronáutica que se había fundado en 1913, por lo que al inicio del conflicto constaba de pocas unidades. Además, la decadente economía española provocó que el gasto destinado al ejército sirviera para poco más que para pagar a los oficiales, cuyo número estaba muy por encima de la media de otros ejércitos.

Heraclio Alfaro, junto a la primera avioneta construida en España, por él, en el desaparecido aeropuerto de Lakua, cerca de Vitoria en 1914.
La neutralidad tuvo importantes consecuencias económicas y sociales ya que se produjo un enorme impulso del proceso de "modernización" que se había iniciado tímidamente en 1900, debido al aumento considerable de la producción industrial española a la que de repente se le abrían nuevos mercados (los de los países beligerantes). Sin embargo, la inflación se disparó mientras que los salarios crecían a un ritmo menor y se produjeron carestías de los productos de primera necesidad, como el pan, lo que provocó motines de subsistencias en las ciudades y crecientes conflictos laborales protagonizados por los dos grandes sindicatos, CNT y UGT, que reclamaban aumentos salariales que frenaran la disminución de los salarios reales debido a la inflación.

Así pues, superado el impacto negativo inicial, la Primera Guerra Mundial produjo un auténtico despegue económico en España, gracias a la declaración de neutralidad. Los países beligerantes necesitaban alimentos, armas, uniformes, metal y carbón. Además, desapareció la competencia extranjera. El crecimiento fue notable, sobre todo en la industria textil catalanas, la minería del carbón asturiana, la siderurgia vasca y la agricultura de cereales. Crecieron también la industria química y la construcción naval. La industria de armas ligeras también experimentó un gran crecimiento, aunque no la de armas pesadas. Se fabricaron enormes cantidades de pistolas y fusiles que principalmente fueron producidos para los aliados, hasta el punto de que el modelo de pistola español Campo Giro llegó a ser reglamentaria en el ejército francés; también se vendieron grandes cantidades de fusiles Máuser a los aliados. Debido al incremento de la carga transportada, el sistema ferroviario español se vio rápidamente desbordado, pero el conflicto permitió observar las deficiencias estructurales provocadas por la dejadez de las compañías privadas, iniciando así el proceso de la nacionalización del ferrocarril.
Buque mercante español en Tenerife.

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